Hoy me he pasado toda la mañana explicándole a mi prima cómo analizar las oraciones para su examen de septiembre. Mientras ella las analizaba me he puesto a pensar en cuando nosotras éramos pequeñas. Me parece increíble que hace nada mirase al lado y viese una niña, de carácter fuerte (y espero que no se ofenda) y tres años más pequeña que yo. Ahora, unos años más tarde, me suplica con besos y abrazos mi ayuda para aprender la sintaxis.


Y mientras las subordinadas entretenían a mi prima, yo pensaba en lo rápido que pasa el tiempo. En que yo siempre he sido la nieta y la hija mayor. Siempre me ha ayudado mucho mi abuela con las matemáticas, después con la economía, y, ya en la carrera, con la estadística. Mi padre intentaba enseñarme a escribir con letra de caligrafía, mientras yo mostraba mis primeros signos de rebeldía. Quería imitar la letra que aparecía en los cuentos, cuentos que mi padre me leía cada noche antes de dormir. Y mi madre me enseñaba a dibujar casitas con tejado y a saber de dónde eran las matrículas de los coches.
Y ahora me toca a mí, siguiendo los pasos de los que a mí tanto me han enseñado. Dicen que es de sabios fijarse en el de al lado cuando no sabes hacer algo. Fijarse en el de al lado para saber qué cubierto se debe utilizar en una cena de lujo. Cada uno decide a quién quiere parecerse, en quién se quiere fijar.Yo me fijo en mi familia, las raíces que me han hecho ser como yo soy. ¿Hay mejor ejemplo para seguir? Por supuesto que no.
Olga San Andrés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario